Un segundo de sentimientos multi-fórmicos me han retratado en el momento final.
Me he sentido neurótica, inquieta, reprimida, triste, enfadada y finalmente, “bipolar”, después de disfrutar, hace unos días en el Real, de Parsifal, una de las óperas más enigmáticas de Wagner.
Después de experimentar cómo un hilo fuerte e invisible me conectaba con Kundry, el personaje femenino principal que intenta seducir al puro Parsifal, me hago una pregunta. ¿Acaso no todas las mujeres somos algo bipolares?
Mejor dicho, en un mundo construido por los hombres donde el sexo es pecado, para destacar entre otras “ninfas” (las comillas expresan mofa), ¿se debe cumplir con la doble representación arquetípica de los dos opuestos femeninos, eros, caritas? En la Historia del Occidente religioso, son tantas las representaciones en música, ballet, cine, literatura…, donde la cosificación de la mujer se representa como un binomio de sometimiento, (Kundry penitente), y rebeldía, (Kundry puta), que entiendo cuando Freud nos trató de seres insatisfechos y alienados.

Kundry, por un lado es una venus del placer; es una hechicera que encarna las fantasías reprimidas de los hombres. Pero no lo hace por voluntad. Está maldecida por el mago Klingsor, que utiliza su belleza irresistible para, a través de ella, dominar a los caballeros del Santo Grial. Por lo tanto, no es una diosa, es una puta. Pero aparece en escena Parsifal que será quien la libere, resistiéndose a sus encantos. De este modo, al final del acto II, se levanta la maldición de Klingsor y Kundry es libre. A partir de este momento Kundry se convierte en un alma boba, insegura y penintente. Aunque, en un principio, la soprano no me convenció (su físico no estaba a la altura de la fuerte personalidad del libreto), cuando la sentí vulnerable, callada y arrastrada por la culpa en el stage, me emocioné de tal modo que la ópera entera, de cinco horas de duración, me conquistó.
Casi cien años después de Freud y aunque Wagner sea incluso anterior, al salir del Teatro Real, en conversación animosa con mi pareja “masculina”, concluimos que Kundry es tan real como contemporánea. Lo que seduce enormemente a un hombre es la mezcla de las dos Kundrys, la ternura y delicadeza versus el arrojo, la pasión y el pecado.
¿Qué mujer se atreve a identificarse con Kundry? Yo lo admito. ¿Por qué no confesar que a veces me siento como ella? Lo que no tengo tan claro es que este sentimiento (o percepción de mi misma) sea fruto de la tradición o, es algo más profundo y fundamental. ¿Quizás está escrito en nuestros genes?
Mara Blixen.
<< Fuerte es la magia del que desea, pero aún más fuerte es la del que renuncia.>>
(Borrador en prosa de Parsifal,1865).
Ver extracto de la ópera de Wagner, cuando Kundry seduce a Parsifal.
No creo que el sexo se considere pecado.Tampoco creo en quien presume de ser más especial por su exceso. Volvemos al tema de la intimidad y saber elegir el momento . Dulzura y pasión no es bipolaridad, es la esencia de la mujer. Sobre tu identificación con el personaje te diré que te muestras sexy y seductora pero la ternura no parece una de tus cualidades. Me equivoco?
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No voy a descubrir quién soy, y si soy dulce…, ¿a quién le importa?
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