13:50 horas.
Podría haber dado a confirmar al pedido de Amazon de toda la bibliografía de Jelinek y tirarme a descubrirla el resto del día, pero el puto nudo en el esternón me avisa de que me convendría más salir a correr. En vez de las Puma de distancia, me marco las Camper rojas, la mochila Canon de papá, la blazer negra de Moschino recién desempolvada del armario de invierno, y es que en el último momento cambio de opinión.
No voy a ir a correr sino a la FNAC a curiosear entre los estantes. Mataré la ansiedad a paso superlativo en los cincuenta minutos que tardo en llegar a pie. Además tengo un regalo de carpintería que hacer para esta noche.
Mozart me acompaña bajando la Castellana. Sudo porque casi corro. La hinchazón de la piel nerviosa debería empezar a desaparecer. Lo hace. Suspiro. Creo que estoy contenta. (A María le gustaría oír esta palabrita más a menudo). Antes de lo previsto llego al edificio cúbico de cristal translúcido mais…, il est Fermé!
Las Camper se sienten demasiado a gusto como para detenerme a leer los carteles del porqué de su clausura, así que rápido decido probar suerte en el espantoso edificio vecino del Corte Inglés. Ni su arquitectura ni sus pasillos repletos de libros en caspa y aburridos me seducen, así que voy a preguntar a la dependienta directamente. ¿Tienen algo de Elfriede Jelinek? Lo digo en un español lento puntuando que es premio Nobel de literatura 2.004. Casi estoy convencida de que una escritora tan perturbadora como ella, no colará entre las páginas neutras del contenedor multi-producto. Sabed que el libro más “deseado” de la alemana está descatalogado. Hasta uno de los miembros del premio casi escupió a la corona al saberse de la premiada, alegando que el Nobel no se merecía tal ofensa. Más si esas obscenidades marcadas como pornográficas las escribe una mujer. (Esto último lo añado yo).
Para mi sorpresa la dependienta envejecida conoce a la autora, y con su melena recia y gris (podía parecer más una de las monjas sin toga de mi cole), me contesta enseguida que muy a su pesar, no podrá complacer “mi deseo”.
—No hay nada de ella señorita—.
Se me tuerce un poco el tobillo pero me voy dedicándole una sonrisa silenciosa. Quiero salir de allí y de vuelta a casa parar en “Lé”, último recurso para probar suerte. Optimista porque quiero creer que una librería que invierte en los grandes al menos, un título de ella venderá. Antes me topo con una tiendita de ropa. Es nueva temporada y se me antoja un modelito sexy para el cumple de esta noche. Salgo enseguida porque me doy cuenta de que, en realidad, no me apetece desvestirme; además mi objetivo es Jelinek y no quiero romper el olor del paseo. Nada tampoco aquí y ya se han acabado las opciones. Borboteo un poco con el chico de chaleco verde porque él me explica que es difícil esa autora que define como “oscura” y que por ello, apenas hay demanda. Yo peleo un poco porque si no tienen sus libros, ¿cómo vamos a leerla? Además, creo que es una cuestión de estar o no en el sistema porque, ¿Acaso Houllebecq no es más “negro” aún? Mi preciado Michel siempre está entre “los más vendidos”.
Desisto.
Me doy una vuelta más, escojo dos libritos muy bien editados. “Mirar” de John Berger y “Niñez” de Antonio Gamoneda, poeta perfecto para el ebanista. Añado a la cesta uno más, este para mí, “Biografía del silencio” de Pablo D’Ors, y es que solo con meditación voy a cambiar este molesto dolor de cuello.
Mara Blixen.
Como curiosidad, la conocida película «La pianista» de Michael Haneke está basada en la novela autobiográfica del mismo nombre de Elfriede Jelinek.
«Deseo» es una de las novelas más relevantes de la autora. Sorprendentemente está descatalogada pero me he hecho con ella en el mercado de segunda mano.
Mara:
Yo me apunto tus recomendaciones ya mismo!!! Y déjame decirte que meditar te vendrá como anillo al dedo para matar esa ansiedad que tienes.
Rocío.-
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