Oro, incienso, mirra y bodis.

Oro, lo  que entrego cada noche pobre si sonríes a mis fisuras. Las repetidas e inaccesibles; las que adelantan al (m)alba.

Incienso, de curvas sinuosas recorriendo la epidermis de mis labios, primero en el umbral de la carne bucal, y muy despacio, ya húmeda mi entraña, en la tierra hecha mujer de la amazonia negra, gaveta sin llave al macho, siempre especie arábiga.

Mirra, corteza envuelta en resinas de ungüento por Baltasar, quien transforma lo amargo, abortivo y parasitario en rojo africano; Mompati, recuerdo de su mirada nocturna abriendo (mi) piel junto a los leones amigos del Okavango.

Los tres regalos han caído al fuego a suelo de mi morada esta noche pizpireta, dejando este body caro de deltas cruzados, transparentes y sexis, y que mi cuerpo estrenará para ti, cantante de ópera; me asustas, me sometes, esta vez mucho más que otras veces; has follado con experiencia y soberbia mi cuerpo, también el cerebro; sin esperar permiso lo manchas; tu lascivia torrencial e inesperada ya habita en continuo mi pensamiento; está tan segura, es tan novedosa, es tan diferente…; sí, haré lo que me has pedido, todo lo que desees cabrón.

(Que alguien se compadezca de mí…).

Mara Blixen. 

4 comentarios sobre “Oro, incienso, mirra y bodis.

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