¿Dónde estás?

¿Dónde estás cantante de ópera?

 

Obsesión es la palabra. Despierto buscando tu nombre. Desde mi cama, tú, quizás en México. Allá es donde te encuentro ayer; donde te fuiste para volver hoy. Han pasado algunos meses y mi mente no olvida, pese a hacerlo con tu nombre. Desde hace días y con obstinación tecleo el corazón de Tinder hasta no hallarte. Te eliminé por miedo, temor de lo que pudieras hacerle a mi coño. Te borré, también en mi glotis. Me arrepiento porque tu huella despierta cada mañana… Tecleo en google, “representante de artistas”, “bel canto”, “cantante de ópera”. Te has esfumado. Repito en alto, Pedro, Andrés, Sebastián, Juan, Ulises, Alfredo,  pero ninguno eres tú. Maldita sea. ¿Cómo te llamas?

¿Por qué he arrinconado tu nombre?

Lo que no abandono es tu cuerpo tras de mi a ciegas en nuestro primer encuentro. Te abrí la puerta y negaste calentamientos. Subiste la falda, testaste por vez primera mi nalga con tu mano simiesca y me follaste sobre la tapa de cristal. De eso me acuerdo con nitidez. Tu fuerza y bravura me desordenaron.

El juego daba comienzo.

Me dijiste que sería tuya, que yo era la elegida, que me confiarías a una esquina sin moverme mientras te asiestas el resto de la tarde, que me darías de comer sobre el pezón, que te irías y tendría que esperarte a minuto parado pegada al espejo en la misma posición, que dictarías nuevos encajes a vestir mi piel, que follarías mi culo cien veces, que me amordazarías, que tendría que aceptar no ser dos en tu cama, que valdrían solo tus reglas, que no me dabas tiempo para pensarlo porque en mi pupila adivinas entrega, que mis sábanas se cerraban a otros hombres…

Tampoco consentirías un solo acto de negación.

Temí por mi estabilidad, pero me atrapaste. La tentación de lo desconocido era narcotizante. Miedo y vida respiraban gemelos ¡Cómo me follabas cabrón! ¡Qué maestría! Perdonaste una vez mi torpeza al escaparme a Galicia acobardada, temblando tras aquella noche. Al volver a tu centro, intenté compensarte cuando advertí seriedad en tus palabras. Ya habías descubierto a la Mara caprichosa que reta al macho a antojo. Sobre los tacones te hice entrega de uno de mis bailes más reservados. Tu Kundry (Tanhausser) se movía lenta cerca, consciente de que podías oler la humedad de mi vulva. Tus ojos de búho enloquecieron y atrapaste ávido la última tela que te lancé. Antes de poseer mi entraña, me advertiste de que no habría dos.

No te creí y desafié al dado. Me rebelé de nuevo.

Cogiste el avión.

Se abortó la partida…

Hoy grito ¡demasiado pronto!

Y olvidé tu nombre…

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: