Cisne por delante y por detrás.

Soy una bailarina por delante y por detrás.

Intenta imaginar lo que significa. Te doy una pista, y es que termino de leer todos los textos podridos que habitan el contagio de Elfriede Jelinek. 128 euros en la cesta de la compra y todos los ejemplares, incluso los de primera imprenta, han llegado inmaculados, tanto como el culo respingón que despertó en mi infancia (infame). Pido un aplauso para (el) amazonAS.

Deja de leer y aplaude una sola vez, que no oigo.

Los excluidos, obsesión, la pianista, las amantes, deseo… Los he leído todos, cada palabra indecente, cada línea inútil, y cada nuevo capítulo lustrado. En el metro, en los semáforos rojos, en las motos pestilentes y en los cafés vacíos de granos e insomnio. Estoy convencida de que la autora, digna para mi e indigna del Nobel para muchos, de ser bailarina, hubiera escogido el pincel negro (antes de corromper el lienzo) de las bellas de Degas. La luz mágica de los tutús de Orsay del artista murió en contraste con la indigencia, la ceguera y aislamiento del mundo. Este bobo arruinado hasta el final, gustaba presumir de que el artista solo puede aliarse con la soledad. ¿De verdad lo creyó? ¿No dudó un momento? O, ¿es que los tiempos de hoy, que venden belleza intercultural en uno mismo y en los otros (Esquirol*), no soportan el dolor de la tragedia del que nace altamente sensible?

Las bailarinas follan por delante por supuesto but…, pocos, al comenzar el ballet de Marius Petipa, se dan cuenta de que la cristalina Odette, (bailando junto a siete maricones**) , ya está en condiciones de alcanzar Sodoma en el peldaño de abajo. Sí. En el acto primero, y tras recrearnos con los cuatro cisnes jóvenes (¿cuantas veces bailé este paso de niña? tatata, tata, tarara tata…), lo hizo en el bosque a ojos solo de los que observamos desde el palco cualquier día de estreno, y por supuesto, estando maquillados como Odile. Yo (tú) soy Odile. La oscura noche y el incendiado cisne negro, con sus transparencias y pecas seductoras de escritora austriaca,  enseguida te destruyen con su lenguaje voraz.

Sé que llego tarde a la fiesta pero mis dedos están rompiendo el teclado. No voy a parar. La culpa la tendrá la noche de los muertos, y más aún, la hora de menos que unos pocos mandantes se empeñan en robar a los que sufrimos de falta de tiempo.

Acto III.

¡Pobre cisne blanco! Aún no puede imaginar que un día tan natural como el de todas las mañanas en su lavabo de cerámica rota, va a dar paso a una noche corta y azabache, a un saludo desde atrás. ¡Déjale bailar sola en la nieve un poco más!

No hay vuelta atrás. Después de lo que he escrito, ¿no te gusta  la ópera? Sigue observando sus flautas bonitas. (esto es poesía de un momento en que tú no estás).

Todas lo hacen; las que bailan en blanco y en negro, pero también, las rosas, lilas, verdes, moradas y átonas, que traspasan su condición, manchando, al final, la aguja en sangre y esparciendo el rojo en la nieve***. El blanco de Odette y su pirueta sensual al violín de Tchaikovsky, quedarán solo para la memoria del Kirov. Mamá no se puede acordar más que de si misma y papá ya no está. Así que tengo que aprender a cuidar de mi mirando al futuro, ahora, en los treinta. Mi trágico pas de deux imaginado será, como mucho, psicoanalizado hasta el absurdo por la rubia amable, pero sin escrúpulos, que impasible en su sillón de terciopelo en el club de polo de Sotogrande, deshace ahora mismo las telas de tul, una a una, semana a semana; parece querer enseñar a la bailarina a coser de nuevo.

¡Eso es mucho trabajo, María!

Más, cuando pocos distinguen entre la mano sensual, lenta de Odette y el brazo triangulado de Odile. O entre los amores regionales; españoles, árabes, del segundo acto. Todos son equilibrios de uno solo, el baile del sexo; yo te llevo. No pienso dejar de bailar. (Solo soy  buena en eso).

Destacas evidencia en el dolor  y pocos paramos a ver, así que baila, baila y recibe la alegría en palacio…, en el palacete; «por detrás», que todos quieren, y que todos rompen con naturalidad  cuando son capaces de hacerlo (danzar) de verdad.

Y tú, ¿qué clase de bailarín  o bailarina serías?

Mara Blixen.

(*): Josep M. Esquirol. Premio nacional de ensayo 2016. «Uno mismo y los otros». De las experiencias existenciales a la interculturalidad. (Autoestima…).

(**): Cuando digo siete maricones, no intento ser despectiva. Blancanieves, en su periodo de latencia, no podría haber estado acompañada de siete hombres sobrantes de testorena, y por eso el autor del cuento (se dice), escogió a siete enanitos.

(***): Los cuentos de hadas y el rojo hablan de la inocencia y el sexo. Puedes leer «Psicoanálisis de cuentos de hadas» de Bruno Bettelheim y entenderás la elección del siete, y del rojo.

Odile es el cisne negro del famoso ballet El lago de los cisnes.

Os dejo el ballet completo.Quien lo disfrute y comprenda se dará cuenta de que, pese a su cursilería, al dibujar con atención sobre las puntas, no verá otra obra en la historia de la danza, el teatro o la literatura, que exprese de manera más perfecta la dualidad de la mujer.

4 respuestas a “Cisne por delante y por detrás.

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  1. Al contrario que yo en mi blog, te superas en cada post. Tanto tu escritura como las reflexiones son cada vez más inteligentes. Confieso que he de concentrarme en ocasiones para convencerme de que entiendo lo que quieres expresar.
    En ocasiones, tan solo una de tus frases darían juego para pasar una tarde en un café con o sin decoración. Solo la conversación que inspiran tus palabras bastarían para hacer invisible el entorno. Solo las palabras y la danza de los labios al pronunciarlas, servirían de excusa para «perder» una tarde indagando en tus pensamientos.
    Me gusta. Me gusta mucho este post.
    Ahora con tu permiso le daré al play y imaginare lo que me da la gana mientras disfruto de semejante obra maestra. El lago de los Cisnes. Y que vivan los músicos.
    Besitos por detrás, detrás, y desde atrás

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